BARCELONA LA MEVA
CIUTAT
https://youtu.be/6DxX1DYHOlk
SOMIAN A GAUDI
https://youtu.be/1IImCJQvcIA
https://youtu.be/Pghwt8hwwMI
https://youtu.be/qPWHfG41eLk
SOMIAN A GAUDI
https://youtu.be/1IImCJQvcIA
https://youtu.be/Pghwt8hwwMI
https://youtu.be/qPWHfG41eLk
SAGRADA FAMILIA
ACABADA
Eso es lo que he sentido en los últimos días,
después de las elecciones. Sí, yo me siento orgulloso
de ser de Barcelona. Otra vez. Con el
triunfo de Ada Colau, Barcelona ha vuelto a
mandar un mensaje al mundo. Un mensaje
de compromiso, de salud democrática y de
desafío. No será fácil. Nada es fácil. Y todo eso
sucede en el momento preciso y necesario,
incluso yo diría que un poco tarde ya que el
barro de la crisis se está secando, que todavía
es peor. Ahora que todos tenemos claro
que el capitalismo se ha pegado un trompazo
de mucho cuidado e intenta reconstruirse
sin aprender la lección, llega una mujer, una
gente, muchos votantes, que han dicho: “¿Y si
hacemos las cosas un poco más justas? ¿Y si el
dinero de todos lo invertimos mejor?”. Y han
ganado. Recuerdo cuando los partidos tradicionales
decían que los antisistema (otro
término malicioso inventado por los apoltronados)
hablaban mucho pero debían someterse
al juego democrático y presentarse
a unas elecciones. Pues lo han hecho y han
ganado. Así es como Colau ha llegado a la
alcaldía. Con toda la legitimidad. Una mujer
fogueada en el activismo y las luchas sociales
(hay que ser cretino para minimizar esos
valores), que se ha visto aupada al primer
cargo público de la ciudad. Eso, aunque no
la hayas votado, debería hacerte sentir bien,
orgulloso de ser de Barcelona. Debería emocionarte,
hacerte sentir vivo. Deberías apartar
a un lado tus intereses personales (con lo
difícil que es eso, lo sabemos) y tus preferencias
políticas y pensar en la ciudad, en TODOS
los que viven aquí. Deberíamos reparar en
este jodido presente y en su futuro todavía
por escribir. Yo, con una niña de dos años y
medio, puedo asegurarles que lo hago y con
más fuerza que nunca. Deberíamos pensar
en las familias, una de cada cinco, que viven
por debajo del umbral de la pobreza. En todo
lo que se esconde debajo de las alfombras de
una ciudad turística, preciosa pero muchas
veces de postal.
Barcelona no estará completa
si no es más justa. No
creo que se trate de destruir
lo bueno conseguido, sino de
arreglar lo que no nos gusta.
Por eso no puedo entender
a los apocalípticos. Aquellos
que se la cogen con papel de
fumar y vaticinan el caos. ¿De
qué caos estamos hablando?
Cualquiera diría que esto es
el paraíso y han forzado la cerradura.
¿De verdad creen que
Colau y los suyos van a perjudicar
la ciudad que aman, en
la que han nacido y quieren
prosperar? ¿Me están diciendo
que les va a mover un espíritu de revancha
en lugar de una gestión honesta? Está
bien, puedes pensarlo si eres retorcido, pero
volvemos a lo de antes: toda esa gente
estará en una institución pública, podremos
seguir y valorar todo lo que hacen y,
si no nos gustan, podremos no votarles en
las próximas. Se trataba de esto, ¿no? Cuando
escuchas a un poderoso sembrando sus
miedos antes y después de las elecciones,
piensas: “Vale, es normal, está viendo peligrar
un estilo de vida, su red de intereses, una
compleja telaraña de complicidades y apoyos.
Es normal que vea a los afectados por
las hipotecas como enemigos”. Pero cuando
dicen lo mismo gente como usted y como
yo en esas tertulias que nacen como esporas,
ahí ya me pierdo. ¿En nombre de quién
hablan y opinan?
Tampoco me sirve el famoso debate identitario
catalán. Lo de que todo esto va ser
malo para el denominado procés hacia la independencia.
Como dejó dicho Shakespeare,
“todo lo que sucede conviene”. Las elecciones
municipales han dicho muy claramente
que hay que incorporar el componente social
en la gran reivindicación nacionalista.
Si no se hace, me temo que no hay partido.
O ese partido no se va a ganar. Es muy lícito
pensar solo en términos emocionales, pero
si se quiere llegar a una mayoría, habrá que
traducir a social, a real, a pragmático y a justo,
todo el ideario catalanista. Creo que hay
un montón de gente esperando eso. Y muchos
han votado a Colau que, por cierto, está
por la labor de un referéndum, del derecho
a decidir. Pero decidir ¿qué? ¿Cómo será ese
nuevo país? Queremos imaginarlo con pelos
y señales. Y luego votarlo.
Esta es la ciudad que me acogió a principios
de los noventa cuando vine con mi proyecto
radiofónico bajo el brazo. Todo estaba
por hacer y me dejó hacerlo todo. Una ciudad
generosa, moderna, olímpica. Recuerdo
aquel tiempo, como una época en la que todo
parecía posible. Se notaba en la cara de la
gente, se respiraba porque estaba en el aire.
Luego pasó el tiempo y se estandarizó en
su modernidad hasta verse engullida, como
todas, por el colapso del sistema. El pasado
domingo volvió a mandar señales de vida al
exterior. Sigue vivo su espíritu inconformista
y avanzado a pesar de todo. Por eso me siento
orgulloso de ser de Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario