lunes, 25 de mayo de 2015

RIVERA TIENE RAZÓN




PUIGCERDA

















No entiendo la virulenta reacción que se ha desatado tras afirmar Rivera que la regeneración del país no puede dejarse en manos de veteranos. A mí me parece que tiene toda la razón. Los que hicieron la Transición han entrado ya en la senectud, o sea, en la etapa de las lamentaciones sobre la pérdida de la juventud, de las ocasiones, de la memoria, del olfato, del oído, de la vista... Están ya en la época de los implantes, de los cuidados de la próstata, del yogur para cenar, de la debilidad, de la medrosidad, del desconsuelo al ver como los años huyen sin que se hayan cumplido todos los deseos. Es la edad en la que se presentan los signos inequívocos del óxido final (G. García Márquez), la de quedarse solo, en la que se arruga la cara a la vez que el alma. Por ello se hacen intolerantes, gruñones, arrogantes, convencidos de que todo tiempo pasado fue mejor, enjuiciando el presente con el criterio del ayer. Decía Balzac que el viejo es un hombre que ha cenado y mira a los otros como cenan, y T. Gautier, que de todas las ruinas del mundo, la ruina del hombre es, sin duda alguna, el más triste espectáculo.


La vejez es un mal extremo que priva de todos los placeres, pero se olvida de llevarse también los deseos, abocando, en el mejor de los casos, a la resignación. Llega inesperadamente, pero hay muchas formas de percibirla; algunos la reconocen el día en que una joven les cede el asiento en el autobús. O quizás, cuando se dan cuenta de que las mujeres no les sostienen la mirada. Porque la vejez es la edad en que todas las damas agradan y no es posible agradar a ninguna. ¿Cómo se les va a encomendar regenerar el país si bastante tienen con conseguir llegar a la senectud sin salir de la sociedad de los vivos antes de morir, si el futuro lo han dejado atrás, si la vivacidad que aumenta el compás de la vejez no anda lejos de la locura (F. de La Rochefoucauld)


En estos últimos cuarenta años, España ha sufrido un cambio gigantesco, y los veteranos dejan un país infinitamente mejor del que encontraron; pero es la hora de los jóvenes. Ahora, les toca disfrutar del espectáculo de la vida, hacérsela grata a quienes les rodean y abrir su espíritu al juzgar el presente que forjen otros.


Julián Delgado (escritor)


“Los que hicieron la Transición han entrado ya en la senectud, o sea, en la etapa de las lamentaciones…”

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